En las cuatro comarcas pirenaicas apenas vivimos 69.000 personas, tan sólo el 5,26% de la población total de Aragón, y sin embargo, gestionamos el vasto territorio que comprenden Jacetania, Alto Gállego, Sobrarbe y Ribagorza.
El sector agrario es una de las principales actividades económicas en esta zona y la ganadería extensiva es una pieza clave. Somos precisamente los ganaderos quienes gestionamos gran parte de este territorio con nuestras ovejas, cabras, y vacas, generando grandes beneficios medioambientales.
Gracias a nuestro ganado que pastorea en los valles y las zonas de puerto, a la limpieza y mantenimiento que hacen de los montes, hay menos riesgo de sufrir grandes incendios forestales. En muchas zonas, la ganadería extensiva garantiza también que se puedan realizar paseos, excursiones o marchas senderistas, porque impiden el cerramiento de los montes.
Pero esta actividad milenaria está en serio peligro de extinción. Son muchos los problemas que amenazan nuestra continuidad como ganaderos de extensivo. Uno de los mayores problemas es la rentabilidad de nuestras explotaciones, ya que el precio que percibimos por nuestro producto es igual al de hace 20 años, mientras que los gastos de producción (piensos, gastos veterinarios, seguros,.... ) van aumentando cada año.
Además para ser ganadero de ovino o de vacuno en extensivo hay que tener vocación. No es un oficio atractivo para los jóvenes. Las condiciones de trabajo son duras, exigen una presencia constante con los animales. Aquí no hay relevo generacional, cada vez somos menos y más mayores. Según los datos del Gobierno de Aragón, el número de explotaciones de ovino en el año 2000 era de 7.926, 18 años después la cifra se ha reducido a 3.069. Y también hemos perdido cabezas de ovino. En 2000 había 2.800.000 ovejas, y en diciembre de 2018, los datos oficiales contabilizaban 1.718.716.
Y en este panorama de complicada subsistencia, nos encontramos con la puntilla que puede terminar con la ganadería: la reintroducción del oso. Una reintroducción que se está realizando con ejemplares procedentes de Eslovenia, por tanto, con animales no autóctonos.
Que desde la administración se fuerce el regreso de una especie que se extinguió o desapareció de nuestro territorio, y que para esa finalidad destine una buena partida presupuestaria, indica cuales son las prioridades de nuestros gobernantes. Apostar por la reintroducción del oso supone echar el cerrojo a la actividad ganadera en el Pirineo. ¿Qué ganadero se arriesga, con cuatro osos rondando por la zona occidental, a subir sus ovejas o vacas al puerto?.
Las ayudas del Gobierno de Aragón no sirven ni como parches. ¿Cómo cuantificar el daño ocasionado por un oso?. No sólo es la pérdida de uno o varios animales, son las consecuencias sobre el resto del rebaño.
La presencia del oso es una amenaza para la continuidad de nuestro oficio. Estamos indefensos y nuestros animales expuestos a un peligro constante. Con esta amenaza ¿qué joven va a querer dedicarse a la ganadería extensiva en estas comarcas?
El Gobierno de Aragón, el Ministerio de Agricultura y la Unión Europea deberían apostar por los ganaderos, por las personas que residen en el territorio, por una actividad económica que fija población. Jacetania, Alto Gállego, Sobrarbe y Ribagorza se están vaciando.
Por Joaquín Solanilla, Secretario Provincial UAGA-Huesca
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