Los bajos precios de la leche, la importación de lechazos, la falta de clarificación en la identificación y el nulo relevo generacional están sentenciando a muerte a una de las principales razas autóctonas de Castilla y León, la churra, una raza que marca la diferencia en calidad y pierde atractivo en rentabilidad.
Tanto, que en el último año se han quedado en el camino 26 explotaciones de raza churra asociadas a la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino de Raza Churra ANCHE, en la que está inscrita el 45% de la cabaña churra de Castilla y León, comunidad en la que pace casi el cien por cien de esta raza ovina, una de las más primitivas de la Península Ibérica.
Las cifras facilitadas por esta asociación son sangrantes: ANCHE contaba con 367 ganaderías de raza churra inscritas en Castilla y León en 2010, una cifra que ha ido bajando progresivamente año tras año hasta quedarse justo en la mitad en 2017, con 184 explotaciones, y rebasar ese umbral en 2018 con tan solo 159 ganaderías.
El descenso en el número de cabezas también da que pensar. Del millón y medio de ovejas churras que había en Castilla y León hace quince años a las 360.000 actuales, 162.084 inscritas en ANCHE.
Con todo, la churra es la raza de ovino más importante de Castilla y León, tanto por la cantidad como por la calidad y sin embargo su caída al vacío parece imparable, porque "la sangría" que se está produciendo en el ovino en general se acentúa aun más en las razas autóctonas como la churra.
"No hemos tocado fondo, pero llevamos camino, porque la caída es constante y la raza podría llegar a desaparecer", asegura a EFE el presidente de ANCHE, Mariano Paramio, que además es ganadero de churra en Villerías de Campos (Palencia) y elabora quesos con la leche de sus ovejas.
La explicación es sencilla: "la fabricas de leche pagan por cantidad y no por calidad" y la churra es una raza que produce menos cantidad de leche (las razas foráneas cuatriplican la producción de las autóctonas) pero de una gran calidad, explica Paramio.
Esta forma "poco racional" de trazar las líneas del mercado ha derivado en un exceso de producción que la industria no puede absorber y este "exceso de leche" lo pagan las razas que menos cantidad de leche producen aunque sea de una calidad muy superior.
"Queremos que se valore la calidad de la leche para estabilizar la producción y garantizar la supervivencia de la raza churra", resume Paramio.
Es más, considera que esa incapacidad para valorar la calidad de la leche y la carne de esta raza puede llegar a provocar la desaparición de la oveja churra, a pesar de todo el potencial que tiene.
Además, esta falta de atractivo redunda en el nulo relevo generacional ya que las autóctonas, como la churra, se consideran "equivocadamente" menos rentables porque dan menos leche, aunque a la larga, la producción de leche en la churra es más estable a lo largo del año y la vida útil de cada animal más larga, con lo que "las diferencias no son tan grandes en rentabilidad, pero son abismales en la calidad", insiste Paramio.
Lo del lechazo ya es otro cantar. El churro es un producto de una calidad extraordinaria, capaz de seducir al consumidor pero incapaz de convencerlo de que la diferencia se paga.
En este sentido los ganaderos reconocen que su asignatura pendiente pasa por conquistar al consumidor, que conozca y reconozca la diferencia, que identifique al ganadero, al comercio y al restaurante que tiene lechazo churro, y que lo demande.
"Si el consumidor demanda el lechazo churro, el productor tendrá que cubrir esa oferta", explica Paramio, advirtiendo que actualmente el churro solo supone entre el 15 y el 20 por ciento de los lechazos que hay en el mercado.
Pero además, en la lucha para hacer más atractiva la churra al productor y al consumidor se abre otro frente: el de la importación de lechazos que indebidamente se cuelgan la vitola de Tierra de Sabor, aumentando así la confusión y el riesgo de pagar gato por liebre.
En este escenario ANCHE trabaja desde 1973 para sostener y garantizar la continuidad de la cabaña churra, por la calidad de su carne y de su leche, pero también porque su desaparición supondría la pérdida de una parte importante del patrimonio de Castilla y León. EFE
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